El 17 de agosto de 1850, a los 72 años,
partía hacia la inmortalidad, desde su impuesto destierro, un hombre que por
sus principios, valores, tenacidad y capacidad de entrega marcó el camino y
dejó sus huellas para el futuro crecimiento de América toda: José Francisco de San Martín.
Don José de San Martín no solo es parte
fundamental de nuestra historia, es parte de nuestras vidas, su nombre está en
nuestras calles, plazas, cines y teatros. Es su nombre el que mencionamos
frecuentemente en los actos patrios y él es el destinatario de nuestros mayores
homenajes.
Lo conocemos como hombre de ley, de fortaleza, de
extrema honradez, con el valor de un guerrero y con el renunciamiento de un
monje. Hay en él una gloria mayor que la de haber combatido en la montaña y en
el mar, o la de haber vencido a las fuerzas españolas. Es precisamente la
virtud excepcional de un hombre que supo vencerse a sí mismo y renunció a los
ascensos, honores y recompensas del triunfo. Fue él quien salvó la revolución y
la condujo triunfante por tres naciones, cuya libertad consolidó, alejándose
del teatro político, sin ninguna ambición, y gozoso de haber completado su
obra.
Ya en su vejez y lejos de su amada patria, supo
sobreponerse a la adversidad con el caritativo silencio de los más puros
maestros, perdonando injurias y agravios.
Recordar
a Don José de San Martín y su lucha por
la libertad de nuestro pueblo y de los pueblos hermanos de América Latina, nos
impulsa a comprometernos cada día más en el desarrollo de una identidad
nacional. La historia nos demuestra que la independencia de los pueblos se
construye todos los días. Hoy como ayer, debemos guiarnos por la luz que dejaron aquellos que supieron
forjarnos el camino hacia nuestra propia identidad, cultura y grandeza para
saber enfrentar las crisis y saber que lograremos un futuro mejor.
Dijo San Martín: Si somos libres todo nos sobra.
Ciertamente, si somos libres, todo lo demás se
puede alcanzar. La libertad se consigue con el conocimiento, y el saber nos da
opciones. No podemos decidir sobre lo que no sabemos. Abramos las puertas,
instruyámonos, aunque muchas veces nos cueste. Entonces nos daremos cuenta que
podemos obtener lo mejor de nosotros mismos y que la libertad es el mayor logro
que habremos alcanzado en nuestras vidas.